S E R P R O

álbum caótico de pegatinas

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Número 0

Calculo que fue entre 1989 y 1990. Padre había viajado a São Paulo para encontrarle nuevos mercados a una –imagino extinta- marca argentina de relojes despertadores y de pared: Vox Tronix. Se volvió del Brasil con un libro bien ilustrado, mejor impreso y llamativamente colorido para los años que corrían, de una cosa que se llamaba Serpro y que nunca entendí qué era. No sé cómo fue que me lo regaló Padre y no comprendo tampoco por qué empecé a pegarle cosas como si fuera un álbum, un álbum caótico.

Siempre fui un coleccionista compulsivo de cualquier cosa. Mi haber clasificatorio cuenta con inefables colecciones de, por ejemplo, tarjetas telefónicas; estampillas; monedas; cajitas de fósforos; estampitas de comunión; latas; postales; almanaques; llaveros; figuritas oficiales, y de las otras, esos stickers sin álbum que pueblan Serpro. Habrá que rastrear el porqué de mi afán acumulador y catalogador de memorabilias varias, pero eso será en otra oportunidad, cuando tenga una analista.

Algunas de mis colecciones fueron discontinuándose con el correr del tiempo, otras surgieron con los días, otras perduraron más o menos y atravesaron varias etapas de mi vida. Pero este libro de pegatinas no tiene ni lógica ni relación con nada; quizás por ello haya sido conservado y actualizado durante 16 años de manera exitosa.

Lo dejaba, lo olvidaba, pero también lo retomaba, y cuando superaba la vergüenza de verme infantilmente pegando cosas, le completaba sus páginas con material que iba guardando –inconcientemente, pienso ahora- para cuando osara retomar la actualización del Serpro.

Esto de "Serpro" es nuevo. Siempre lo llamé Librito: El Librito. Me recuerdo preguntando imperativamente por la casa: “¿Alguien vio El Librito?”. Le fui pegando cosas que me llamaban la atención, por razones que hoy no elucubro del todo. Tarjetas de boliches; stickers de toda calaña –feos y lindos-; folletos de bancos, horribles; envoltorios de golosinas cenozoicas; calcomanías de chicles y chocolates y de procedencia dudosa; figuritas repetidas de álbumes oficiales o únicas de álbumes sabidos inempezables o de extorsiones a Hermana de álbumes de ella. Por tanto, me salió un álbum andrógino, falto de gusto, de sentido, de lógica y por sobre todo, desprolijo.

Pero sucede, y eso es lo que fuerza este blog, que quien se topa con las páginas de papel satinado recubiertas en su totalidad por otros papeles de toda calaña impresitiva es abrumado por un brainstorming de recuerdos y un revisitar lugares mentales de la infancia a los que dudosamente se vuelven, por lo recóndito de su ubicación en la memoria. En otras palabras: no sólo habitan en Serpro los lugares comunes de la infancia -los que ilustran el banner superior del blog, los que en charla generacional surgen como mojones compartidos-, además conviven estandartes que nadie recuerda, por ser lo antipop. Marcas de chocolates que no prosperaron más allá de ese momento de 1989 o jugadores de fútbol de Deportivo Español que no recuerdan ni sus familiares o tarjetas de cumpleaños que usamos todos pero que nadie recordó más.

Me mudé hace dos años y no me llevé el Librito de mi casa familiar: hace no más de 4 meses Hermana lo recuperó de un cajón polvoriento sabiendo que iba a contentarme con tenerlo. Ahora me faltan 5 páginas para completarlo. Mientras lo ultimo iré subiendo cada algunos días en forma de post una a una cada página del Librito en forma cronológica, las más lindas y las más horribles y vergonzantes también.

Espero que comenten, esa es la idea, sobre ese sticker perdido que les dispara un evento, esa tarjeta de boliche que denota una concurrencia o lo que se les ocurra a partir de los disparadores que nuestra memoria sólo sabe gatillar.

Lo único del libro original que no “tapé” fue el logo y el eslogan de Serpro de la página 1. Investigando gracias a la Internet vengo a enterarme que aún existe eso, y que es una agencia del gobierno brasileño para ayudar en la industrialización de su hermoso país; diferencias con un país que mantiene una política de ayuda al empresariado –que es nacional, además- más allá de los sucesivos gobiernos que tuvieron (y sufrieron) en esta década y media.

Va el nombre de este organismo como apelativo del blog y como símbolo de un país que quiero mucho: Brasil.